"Es que todavía hay sectores del “establishment” y algunos nacionalistas o personas muy próximas a nuestras ideas que no pueden entender que el seudo enfrentamiento con el comunismo durante la “guerra fría” fue una creación dialéctica artificial del Poder Mundial, para producir por distintas vías las condiciones para el sometimiento y dominación de la inmensa mayoría de los países a un Nuevo Orden Mundial o Globalización, que no es otra cosa que la vieja aspiración de las logias masónicas iluministas y de los banqueros internacionales de constituir un Gobierno o Tiranía Mundial. Tal fue la ficción del comunismo soviético, que no dejó de ser útil a los fines del Poder Mundial, su imperio fue disuelto en pocas semanas sin que se disparara un solo tiro, constituyendo el único caso en la Historia Universal en que un imperio se disuelve pacifica y ordenadamente. La misma plutocracia internacional que financió y dirigió la revolución rusa de octubre de 1917, que además alimentó financiera y tecnológicamente a la URSS durante 70 años, es la misma que ordenó su disolución.
El caso argentino es paradigmático en cuanto modelo de autodestrucción inducida. Desde el derrocamiento de Perón en 1955, el país se despeñó en un conflicto interno permanente, en falsas contradicciones dialécticas que se renovaban sistemáticamente y por turnos entre los diversos sectores sociales, pero que siempre tuvo como protagonista estable a las Fuerzas Armadas, las cuales culminaron siendo absolutamente derrotadas en el conflicto de Malvinas, condición necesaria e indispensable para que la explotación de esa victoria no lo hiciera la Inglaterra triunfante, sino la perversa combinación “democracia-derechos humanos”. La derrota, desarme, desmovilización, humillación y persecución política-jurídica de las Fuerzas Armadas fue el objetivo estratégico-político de los conquistadores, con la ayuda de los cipayos argentinos de izquierda (izquierdo-progresismo) y de derecha (liberal-masónico), para quebrar de una vez y para siempre la capacidad de resistencia espiritual del pueblo argentino, debilitar al mínimo su poder nacional y dejar inerme al país, ya sea para su desintegración territorial o sometimiento como mero territorio productivo de materias primas, sin identidad, sin independencia, sin soberanía, apenas con gobiernos títeres y anodinos, simples gerenciadores y tributarios –a través del pago de la deuda externa- de las ordenes del Poder Mundial o plutocracia internacional. En otras palabras, la Argentina ha dejado de ser una Nación, una Patria, para ser una ficción a merced de lo que otros quieren hacer con nosotros, apenas un territorio sobre el cual por ahora solo viven 40 millones de habitantes esclavizados, creyendo que son libres".
Santiago Roque Alonso, en Diario Patria Argentina
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